Ya es 2013. Anoche salimos pese a que no me gusta demasiado salir en Noche Vieja y mientras bebía un gin-tonic, ataviada con collar de espumillón y en el garito típico del pueblo donde se permite fumar, me puse a pensar que cada fiesta de Noche Vieja es como un viaje en el tiempo o más que eso, como si el tiempo se parara y se reviviera siempre lo mismo, una y otra vez. Las mismas conversaciones, las mismas personas que visten de gala y los que salen en zapatillas deportivas y vaqueros. La misma música es como un ritual que cada año se saca del cajón y se sigue a raja tabla. Cada canción, son los mismos temas que hasta me atrevería a decir que suenan en un estricto orden inalterable, con su respectiva repetición transcurrido como máximo media hora. Y entonces me dí cuenta que da igual el año, que todo es cíclico mientras nosotros envejecemos, a mí lo que realmente me importa es que sigan a mi lado las personas que más quiero aunque haya una pérdida irreparable desde hace ya cinco años en mi vida, que es mi madre. Necesito que cada año, cada Noche Vieja, sea espectadora del mismo circo rodeada de mis grandes amores.
FELIZ AÑO NUEVO.